APROXIMACION A LA HISTORIA DE

IBEAS DE JUARROS

Excmas. autoridades, señoras y señores, naturales de Ibeas y forasteros:

Debo de reconocer y agradecer a Uds. el interés que muestran por conocer su historia, la historia de su pueblo. No lo duden, es la mejor señal de que este pueblo goza hoy de una gran vitalidad y de que está preparado para afrontar con garantías el futuro. Y agradezco también a los organizadores de este acto la oportunidad que me brindan de acercarme a la historia local, en concreto a la historia de Ibeas de Juarros. Se lo dije el año pasado y lo repito ahora. Desde que fui invitado a charlar con Uds., he puesto especial empeño por recoger de los archivos y entresacar de las grandes colecciones de documentos antiguos todo aquello que hiciera referencia a Ibeas.

No es mucho lo conservado, pero tal vez lo suficiente para reconstruir a grandes trazos el pasado histórico de Ibeas. Como era de esperar, los documentos más antiguos pertenecen a las Colecciones documentales de los dos más grandes monasterios de la zona: el Mº de San Pedro de Cardeña y el de San Cristóbal de Ibeas. (En el primer caso, el Becerro Gótico de Cardeña, y en el segundo, los fondos conservados en el AHN,Archivo Historico Nacional, sección Clero). De épocas más tardías, posteriores al siglo XV, es la documentación depositada en el archivo municipal y en el parroquial de Ibeas, éste trasladado - con buen criterio- al Archivo diocesano, hoy ubicado en las dependencias del Palacio arzobispal de Burgos.

A efectos de exposición, me van a permitir que siga de cerca el texto escrito para ganar en tiempo y en precisión.

Este hecho que les comento, es decir, la ausencia masiva de documentación, especialmente evidente para los primeros 500 años de la historia de Ibeas, constituye un dato que, para empezar, hemos de valorar. Yo entiendo que durante la Edad Media, es decir, en el tiempo que va desde el año 800 al año 1500 aproximadamente, sólo los hechos excepcionales de la vida eran puestos por escrito. Apenas había gentes que supieran escribir o leer y, además, el pergamino donde se escribía era de costosa adquisición. Por el contrario, eran los usos y costumbres de un lugar o de una comarca, transmitidos de boca en boca - la transmisión oral - lo que se convertía en norma.

De ser así, podríamos afirmar que durante esa larga etapa anterior al año 1500 la vida en Ibeas transcurrió sin mayores sobresaltos. Lo cual, valorado dentro del contexto de la Edad Media, significaría para sus habitantes sobre todo buena vecindad, amplias cotas de libertad y prosperidad económica. No poco; cuando por entonces otras villas andaban en continuos pleitos, bajo la dependencia de señores feudales y con una economía precaria de estricta subsistencia.

La ausencia de datos es ya de por sí un dato. Pero sin duda son también, y sobre todo, los que nos ofrecen los documentos conservados. En los minutos que siguen procuraré dar cuenta de ellos, de sus contenidos y de lo que, a grandes rasgos, pudieron significar en la primitiva historia de esta villa.

No quisiera defraudarles. Pero tampoco halagarles con leyendas o con datos poco seguros. Más bien, es mi deseo, desde una interpretación rigurosa de los datos, poder acrecentar en Uds. el orgullo de ser y de vivir en estas tierras, a orillas del Arlanzón, entre la Sierra y el Llano, en la villa de Ibeas, una villa de brillante y dilatada historia.

No les voy a hablar del hombre prehistórico, el de las Cuevas de la Sierra de Atapuerca. Aquélla es otra historia, una historia común a toda la humanidad, de hace cientos de miles de años, que Uds. bien conocen ya por boca y los escritos de los expertos. Les hablaré de una historia mucho más breve, particular; de la historia de Ibeas. De una historia que debió remontarse, como vamos a ver, a poco más de mil años atrás.

¿Desde cuándo existe Ibeas?

Los primeros documentos escritos que dan cuenta de su existencia se remontan al siglo x; a la época en la que se estaba formando Castilla, la primitiva y vieja Castilla. El más antiguo conocido es del año 921. Es decir, de algo más de mil años. Ese año, por el Becerro Gótico de Cardeña, consta la donación que hace el conde Gonzalo, hijo del fundador de Burgos Diego Porcelos, al Mº de Cardeña de unos molinos que poseía entre Villalbura y Castrillo del Val, exactamente, se dice, "en aguas de Ebeia". Ese mismo año, por otro documento, el Monasterio de Cardeña compraba al matrimonio Velasco y Vila una tierra que poseían "en la villa que llaman Ebeia, junto a nuestros molinos", por el valor de 10 sueldos de plata. El siguiente documento es del año 970. El abad de un pequeño monasterio fundado en San Adrián de Juarros compra ciertos derechos sobre un molino que se conoce como Fuente Navarra, situado en el río de Ibeas, en términos de Cuzcurrita". A partir del año mil, ya en el siglo XI, se van haciendo más frecuentes las menciones de Ibeas, casi siempre tratándose de operaciones de compraventa o donaciones de tierras y de derechos sobre molinos construidos junto al cauce del río Arlanzón.

A partir de estos datos iniciales podemos hacer ya algunas consideraciones.

• Una primera, sobre el nombre. El lugar se denomina EBEIA. Ebeia, según los especialistas, es una voz de origen vasco, euskérico, derivada del vocablo IBAI-A que significa lugar junto al río o simplemente Vega. Eso sería etimológicamente Ibeas, un lugar junto al río. Más tarde - aparece por vez primera en 1032- se le añadiría el nombre común de Juarros, también derivado del vasco Zubarro o Zugarro que significa olmo.

• Una segunda consideración nos remite a los orígenes del pueblo. Los orígenes de Ibeas hay que ponerlos, sin duda, en relación con el proceso de conquista y repoblación protagonizados por los cristianos del Norte, que, arrancando de Covadonga allá por el año 720, se expanden en lucha contra los árabes hasta llegar a estas tierras. Eso debió ocurrir entre los años 800 y 900. Es entonces cuando toda esta comarca del Alto Arlanzón se va llenando de asentamientos humanos estables y duraderos.

Es probable que antes hubiera habido grupos humanos más o menos inestables. No lejos de aquí, por Brieva, parece que pasaba una calzada romana que unía Lara con Briviesca, y más tarde, con los visigodos, algunos restos en la ermita de la Virgen del Cerro, junto a Cueva de Juarros, tal vez permitan pensar en un cierto grado de poblamiento anterior. En todo caso no hubo continuidad y después de la desaparición del Estado visigodo esta zona - al igual que toda la cuenca llana del Duero- queda prácticamente despoblada durante varios siglos. Despoblada, hasta que tiene lugar, como digo, la repoblación cristiana a partir del año 800 d. d. Cristo.

En los 100 años que van del 800 al 900 surgen por estas tierras del Arlanzón un buen número de pequeños poblados. En un primer momento se construyen algunas fortalezas militares. Así los castillos de Arlanzón, de Burgos o de Santa Cruz de Juarros, que pronto se convierten en cabeceras de alfoz, o sea, de distritos de carácter militar, gobernados por un noble en representación del rey o del conde castellano. A su sombra y bajo su protección van surgiendo paulatinamente pequeñas aldeas, - entre ellas una llamada Ibeas -, habitadas por grupos reducidos de familias campesinas en su mayoría libres e independientes.

En unos casos serían familias autóctonas de la zona, grupos residuales y desorganizados que, refugiados en cuevas naturales, habrían podido sobrevivir a las dificultades ofrecidas durante más de tres siglos por una región políticamente de nadie. (En este sentido hemos de esperar a los resultados que ofrezcan las excavaciones arqueológicas de la Sierra de Atapuerca, no en los estratos más antiguos sino en los de las últimas fases de habitación de los grupos humanos en las cuevas).

En otros casos, los más, se trataría de familias venidas de más arriba, de territorios navarros o vascos, que llegan aquí con idea de quedarse definitivamente. Y así nos fueron dejando sus nombres de origen vasco: Alarcia, Herramel, Uzquiza, Urrez, Froncea, Galarde, Zalduendo, Ochavro, Agés, Cuzcurrita, Ibeas, Juarros, Villabáscones (el actual San Medel),... todos topónimos vascos. (Esta fuerte presencia vasca no sólo se plasmó en la toponimia sino también en la lengua. Sabemos, por ejemplo, que todavía en el siglo XIII los habitantes del Alto Arlanzón piden al rey Fernando III el Santo poder arreglar sus pleitos y negocios en vascuence).

Aquellos primeros pobladores, pioneros, fueron roturando los campos, levantando sus viviendas e iglesias, cercando huertos y linares, construyendo puentes, fuentes y caminos, instalando molinos junto al río, repartiéndose los espacios de monte, delimitando términos. El asentamiento de Ibeas, con sus casas, corrales y huertos en torno a una pequeña iglesia, debió surgir en los primeros momentos, todavía en el siglo IX. Desde luego el lugar, con vistas a establecerse era el óptimo entonces. Bien protegido frente a posibles ataques árabes por las fortalezas de Arlanzón, de Burgos y de Santa Cruz de Juarros, contaba con todo lo necesario para vivir con dignidad: buenas y abundantes aguas, al abrigo de los vientos y con productos variados que iban desde los cereales panificables como el trigo, la cebada o el centeno, al lino, para fabricar vestidos, o los productos de huerta y la ganadería, la caza o la pesca.

De ahí que tendiera pronto a concentrarse la población en torno a la Vega, en torno a IBEAS, y que en pocos años pasara a convertirse en una de las zonas más densamente pobladas de todo el reino castellano. Todavía el año 921, cuando aparece citado por vez primera, río arriba hacia Arlanzón no había más poblados que Villalbura, y río abajo el término de Ibeas amojonaba con los de Cuzcurrita y Castrillo del Val. Pues bien, en pocos años, el área de Ibeas multiplicaría su población; ciertamente, no por la vía de aumentar el número de sus vecinos sino formando nuevas unidades de población, nuevos pueblos, con su propio término que se iba desgajando del primitivo y amplio término y jurisdicción de Ibeas.

Según consta por la documentación de la Edad Media, en las inmediaciones de Ibeas surgieron varias aldeas y monasterios que llegaron a tener su propio término y jurisdicción. Así:

• Hacia Arlanzón y antes de llegar a Villalbura se cita el Monasterio de San Mamés (1039).

• Hacia Cuzcurrita son varios: En primer lugar el Monasterio de San Cristóbal de Ibeas (1107), y, a su lado, la aldea de San Andrés de Ibeas, y, desde 1151, la villa de San Millán de Juarros.

• Hacia Castrillo del Val y Villabáscones (San Medel), siguiendo el río, surgen los hoy despoblados Villasendino o Santa Coloma, Castrillo de la Vega, situado a la derecha del río Arlanzón a unos 200 metros del Puente de los Desterrados, y Hospital Yermo, muy cerca del anterior junto al Camino llamado del Seco que iba de Ibeas al Puente de los Desterrados. Un pueblo cuyo nombre responde efectivamente a la presencia allí de un hospital para peregrinos, y donde en el siglo XV se celebraban las reuniones entre los vecinos de Juarros y los concejos de Castrillo del Val y Quintanilla de Valdeorbaneja.

Esta alta densidad del poblamiento, justificada como digo por unas condiciones favorables del terreno, tuvo como factor, y a la vez resultado, la concentración de las vías de comunicación. Mucho más que hoy, Ibeas fue en la Edad Media una gran encrucijada de caminos.

Por su término pasaban entonces tres Caminos Reales. (Equivalentes hoy a carreteras nacionales de 1’ categoría): el Camino Viejo real, el Camino Real francés y el Camino Real de la lana que por los Juarros unía la sierra burgalesa-soriana con Briviesca y, desde allí, con el Norte peninsular.

1) De estos Caminos, el más antiguo y principal fue el Camino Viejo, (la "cañada") El auténtico Camino de Santiago. Lo he defendido públicamente en otras ocasiones porque está perfectamente documentado. Durante la Plena Edad Media, en la gran época de las peregrinaciones, el Camino de Santiago pasaba por aquí. Era el Camino que venía desde Arlanzón siguiendo el río y adonde llegaba desde Villafranca Montes de Oca. Después de cruzar Arlanzón seguía por Villalbura e Ibeas, para continuar por Hospital Yermo, Castrillo de la Vega, San Martín del Río, San Medel, Castañares y Burgos.

Por él se desplazaban los peregrinos. Antes del siglo XII, todos; y a partir de mediados del siglo XII, una parte; ya que la otra parte optaría, efectivamente, por dirigirse desde Villafranca Montes de Oca a San Juan de Ortega por Valdefuentes y desde allí continuar hasta Burgos por Agés, Atapuerca, Orbaneja y Villafría. Esta nueva ruta que acabará por ser considerada la clásica no era sino una desviación del camino principal; desviación provocada por el Santo Juan de Ortega cuando se le ocurre fundar un Monasterio en lo más espeso y peligroso de los Montes de Oca y construir a la vez allí un albergue para los peregrinos.

Sin embargo, todavía a finales de la Edad Media, en el siglo XV, cuando ya el Monasterio de S. Juan de Ortega había adquirido una gran fama por su hospitalidad, todavía entonces, un peregrino alemán, Arnold von Harff, escribía en una Guía para peregrinos que "al llegar a Villafranca había dos caminos para cruzar los Montes de Oca y llegar hasta Burgos. El camino de la mano izquierda - Arlanzón-Ibeas - es el mejor y más cuidado, aunque los peregrinos - dice - prefieren el de la derecha para recibir limosna en el Monasterio de San Juan de Ortega donde tienen un hospital".

2)Este Camino Real antiguo iría, no obstante, perdiendo importancia, a partir sobre todo del siglo XVI, cuando se abre una nueva ruta, a modo de ramal del anterior, desde Valdefuentes en línea recta hasta aquí pasando por Zalduendo, en lo que acabó por convertirse en la carretera actual. Su paso por Ibeas hizo que las nuevas casas fueran desplazándose ligeramente del entorno de la iglesia para alinearse - como las vemos hoy - a la orilla del nuevo camino.

En todo caso, no ha de extrañar que el Camino de Santiago viniera por aquí, siguiendo el río Arlanzón. A fin de cuentas esta zona era, como venimos diciendo, la más poblada y, por tanto, la más segura entre Villafranca y Burgos. También la que podía ofrecer una mejor infraestructura asistencial. Entre Villafranca y Burgos no había pueblo, ni por supuesto monasterio que no tuviese su albergue u hospital donde acoger a los peregrinos y a los pobres. También Ibeas. Primero, en las dependencias de la abadía del San Cristóbal y, después, en el Hospital llamado de "la Puente del Canto". Este Hospital - situado en lo que hoy es la casa rectoral - fue fundado, como tal vez sepan Uds., el año 1461 por un rico matrimonio, vecino de Ibeas: Fernando Alvarez y María Alvarez. Según consta en su testamento le declaran heredero universal dotándole con la mayor parte de sus bienes habidos en Ibeas: casas, corrales, huertos y tierras; y encomiendan su administración a la Cofradía del mismo nombre ("de la Puente del Canto"). Esta Cofradía tenía en el siglo XVI, por prior al cura de Ibeas y de alcaldes a un vecino de Ibeas y a otro de San Millán. Según se dice en el testamento, el Hospital debía entregar cada año a peregrinos y pobres, en raciones, veinte fanegas de pan cocho. (Aunque no fue solamente pan lo que daba a los pobres. Sabemos por los libros del Hospital conservados que a lo largo de los siglos XVII y XVIII disponía de tres camas bien ataviadas y limpias y que acogía a un promedio de unos 60 o 70 pobres al año, con derecho cada uno a una ración compuesta por un par de huevos, medio cuartillo de vino y un cuarterón de pan, además de tener que trasladarles con caballería hasta el hospital más cercano).

3)Y un tercer Camino Real, decíamos, era el que unía la Sierra burgalesa y soriana con Briviesca y con los puertos del Cantábrico, atravesando los Juarros, o Los Ausines (en este caso cruzaban el río Cueva por Puente Romano). Según las investigaciones del profesor H. Casado Alonso este camino tuvo mucha importancia en los siglos XV y XVI. Servía para abastecer de leña y carbón a la ciudad de Burgos. Pero sobre todo fue utilizado para el tránsito de los ganados trashumantes y el transporte de la lana. De hecho se le conocerá como la ruta de la lana. Por él venían recuas de mulas portando sacas de lana procedentes de las montañas sorianas y segovianas, para, llegados aquí, o bien dirigirse a Burgos o bien ir directamente hacia Briviesca cruzando la Sierra de Atapuerca, por Fresno de Rodilla, para llegar a los puertos del Cantábrico, desde donde se exportaba a Europa.

He citado tres Caminos Reales. Aparte de ellos había, lógicamente, otros caminos de ámbito local. Sin duda conocen Uds. el Camino de Carresalineros, el de San Yuste, el de Valdeollas, el de Prado Anillo, o el Camino del Seco que unía a Ibeas con el Puente de los Desterrados de Castrillo del Val.

Ibeas, un lugar junto al río, una encrucijada de caminos. Un importante eje en las comunicaciones de las épocas medieval y moderna.

Sin embargo, toda esa infraestructura viaria y comercial no fue del todo provechosa para Ibeas. Al menos no para antes del siglo XV. Yo diría que benefició más bien a sus vecinos de San Cristóbal de Ibeas, San Andrés de Juarros y San Millán de Juarros. Les comentaba hace un momento cómo del primitivo y amplio término de Ibeas se fueron desgajando porciones, en una clara muestra de generosidad histórica. Pues bien, una de esas porciones -probablemente, la mayor y la mejor de su territorio- sirvió para fundar y dotar al Monasterio de San Cristóbal de Ibeas. Ese Monasterio - bien lo saben Uds.-, del que apenas quedan hoy algunas paredes junto al cementerio de San Millán. Un monasterio vinculado a la Orden premostratense y que desde su fundación y hasta la desamortización del siglo pasado, en que decae, llegó a alcanzar un extraordinario poder económico y político.

Pero diríamos que la prosperidad de San Cristóbal se hizo, sobre todo en los comienzos, a costa de la del pueblo de Ibeas. Les diré por qué contando algunos detalles sobre la fundación de esta abadía.

Hemos de situarnos en los últimos años del siglo XI y comienzos del siglo XII; unos 200 años después del nacimiento de Ibeas. En ese tiempo, después de una primera época en la que sus habitantes habían vivido como pequeños propietarios libres e independientes, se ha impuesto ya la señorialización, y es la nobleza, laica o eclesiástica, la propietaria de la tierra. Aquí en Ibeas el mayor propietario debía ser un noble de la corte del rey Alfonso VI, Alvar Díaz. El año 1107 este noble, de acuerdo con su mujer Teresa Ordóñez, deciden fundar un monasterio propio y establecer una comunidad de monjes con el encargo de celebrar perpetuamente sufragios por sus almas y las de sus descendientes. Para el sostenimiento de la comunidad les hace entrega - además de una serie de bienes situados en unos cuantos pueblos de la comarca- de la tercera parte de lo que era entonces el término de Ibeas; precisamente la parte del término que, a grandes rasgos, coincidiría hoy con el de San Millán de Juarros.

Tras esa decisión, automáticamente, los vecinos de Ibeas que trabajaban aquellas tierras pasaban a ser vasallos y renteros del nuevo monasterio. Pero no quedaron sólo en eso las desgracias. Una vez consolidado el monasterio, lo primero que hizo fue fomentar el poblamiento en sus inmediaciones bajo su autoridad y dirección. Así fue, en efecto, como en poco tiempo irían surgiendo, al lado mismo del monasterio, la aldea de San Andrés de Ibeas, la villa de San Millán de Juarros y, al otro lado del río, Santa Coloma.

Todo ello en detrimento de Ibeas que, de ese modo iba quedando orillado, con un término reducido y de menor fertilidad. En esta situación delicada debió permanecer varios siglos. Probablemente durante los siglos XIII y XIV. A mediados de éste ultimo el famoso Becerro de las Behetrías (1352) da cuenta de su estado general. Poco bueno, por cierto. Nos dice que el pueblo pertenece a dos señores. Uno el ya conocido Monasterio de San Cristóbal de quien señala que tiene aquí varios solares o explotaciones familiares pero que estaban todos vacíos, salvo un solar donde moraba una mujer, y otro, el noble Juan Estébanez que tenía - en nombre del rey - tres solares poblados y otros yermos. En total, pues, cuatro vecinos, eso sí, exentos de pagar tributos e infurciones a sus señores; y muchas casas y solares vacíos, yermos. ¿Por qué estaban vacíos?. ¿Acaso habían sido víctimas de la Peste Negra que unos años antes había asolado a Europa y a Castilla? ¿Quizá se trasladaron hacia San Andrés o San Millán por imposición señorial? ¿O acaso habían emigrado a la ciudad de Burgos?. No lo sabemos.

Lo que sí podemos asegurar, desde la perspectiva de la jurisdicción y del gobierno, que el citado señor Juan Estébanez ejercía la jurisdicción sobre Ibeas en nombre del rey; es decir que Ibeas, en lo que no pertenecía a San Cristóbal, era un señorío del rey, un realengo. Un realengo integrado primero en el alfoz de Santa Cruz de Juarros y, después, en la merindad menor de Castrojeriz. Así hasta el año 1571, cuando es cedida la jurisdicción a la ciudad de Burgos. Todavía en el siglo XVIII, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, continuaba perteneciendo a la ciudad de Burgos: "se halla enajenado de la Corona el señorío de este pueblo, que goza la ciudad de Burgos. Las tercias reales las cobra el Hospital del Rey".

Ahora bien, aquella mala situación del siglo XIV - cuatro vecinos- pronto se vio superada. Hay datos suficientes para pensar que Ibeas se recuperó y se consolidó como una villa próspera ya en el siglo XV, sobre todo coincidiendo con el reinado de los Reyes Católicos y durante todo el siglo XVI. Algunos datos lo confirman.

1) En primer lugar, el aumento del número de habitantes. A finales del siglo XV (1491), según un documento del AHN, había ya 17 casas pobladas, de las que 14 pertenecían al Monasterio de S. Cristóbal de Ibeas. Pero aún crecería más. En 1587 llega a alcanzar la importante cifra de 40 vecinos; cifra sólo superada entonces en la comarca por Santa Cruz de Juarros, y que, por cierto, ya no volvería a rebasar hasta el presente siglo. Por ejemplo, en el siglo XVIII, en 1752, bajaría nuevamente hasta quedar en 24 vecinos.

2) Otro dato que prueba el crecimiento de Ibeas en el siglo XVI es el de la ampliación de las zonas de cultivo dentro de su término mediante nuevas roturaciones. En efecto, el año 1509 el ayuntamiento se ve obligado a hacer un apeo detalladísimo de todos los bienes de propios y comunales que varios vecinos del pueblo habían roturado ilegalmente, resultando ser lo tomado 108 tierras que sumaban 220 fanegas de sembradura. Lo cual sin duda hemos de interpretar como el resultado de un aumento de la población y de un mayor dinamismo económico.

3) En el mismo sentido hemos de entender los abundantes conflictos y pleitos que los de Ibeas mantienen con su señor el abad de San Cristóbal, casi siempre en el intento de ampliar sus derechos en cuestiones de montes, de pastos para los ganados y de leñas. En estos conflictos, algunos violentos (1470-1475), los de Ibeas contaron con la colaboración de sus otros socios miembros todos de la llamada Junta de Juarros. Tal vez fuera esa la época en las que la Junta de Juarros mostró su mayor actividad, organizando y gestionando los aprovechamientos de montes, pastos y leñas comunes. Entonces, la Junta estaba formada por Ibeas, Santa Cruz, San Millán, San Andrés, Mozoncillo, Cuzcurrita, Salgüero, Brieva, San Adrián, Cueva y Espinosa. Tenía dos alcaldes, uno de Ibeas y otro de Santa Cruz, dos procuradores, un depositario clérigo, un escribano, más los llamados Junteros que eran uno por cada localidad. La capitalidad se alternaba entre Ibeas y Santa Cruz.

4) Otros testimonios que manifiestan la prosperidad alcanzada por Ibeas en aquellos momentos podemos añadir. Hay nos quedan, por ejemplo, algunas nobles casas, como las del antiguo hospital, levantadas junto a la iglesia, o la misma iglesia, sin duda reconstruida entonces sobre otra anterior románica, con sus bellas trazas gótico-isabelinas y su elegante retablo mayor. ( Obra de los escultores Jerónimo Corseto y Pedro García Montero, y del pintor Domingo de Azas).

En todo caso se me ocurre pensar que todo aquel crecimiento del siglo XVI estuvo en estrecha relación con el auge de la ciudad de Burgos, a la que Ibeas podía suministrar productos alimenticios y textiles, y todavía más, en relación con el comercio internacional de la lana, donde Ibeas, por su condición de encrucijada de caminos- lo he dicho antes- ejerció un importante papel.

Y ya para terminar, permítanme unas palabras sobre su economía. No la de hoy, que mejor que yo la conocen Uds., sino la de siglos pasados.

• Hablando en términos generales, las tierras de cultivo no debían ser de gran calidad. Al menos eso dicen los propios vecinos al Delegado del Obispo cuando les visita el año 1670: "Que el trigo que se coge en estos términos no es de tanto valor como los de Zalduendo y villa de Arlanzón, por ser muy estéril la tierra". Pero si no era de calidad, sí ofrecía múltiples variedades. Se lo comentaba al principio. Ibeas siempre había sido un lugar idóneo para el asentamiento humano tratándose de una economía de subsistencia. Porque sus tierras ofrecían de todo: tierras de regadío y de secano, viñedo, pastos para los ganados, huertos y linares, caza y pesca; es decir, todo lo necesario para asegurar a sus vecinos una buena dieta alimenticia.

Les daré algunos datos más concretos, tomados del Catastro del Marqués de la Ensenada (1752):

Nos dice que el término de Ibeas presenta 4 clases o partes de tierra; una de regadío, donde se produce lino y cebada; y tres partes de secano. De éstas, la mejor produce trigo y cebada; la segunda es más apta para comuña (trigo + centeno), cebada y yeros; y la tercera, para centeno y avena.

• El secano se regía por el sistema de año y vez, es decir alternando cada año el cultivo y el barbecho, y se caracterizaba por la gran fragmentación de las parcelas: normalmente entre media y dos fanegas de sembradura distribuidas irregularmente por los distintos pagos. En la documentación aparecen nombrados muchos pagos. Algunos desde la Edad Media, que seguramente les traerán a Uds. viejos recuerdos. Por ejemplo, de Ibeas arriba: la Revilleja, Entrambasdehesas, el Ruyalejo, Hoyo de Cueva Mayor, el Blanquizar, Cruz del Canto, la Piñuela; o, hacia abajo, los Regajales, Valdeollas, Valdeón Alvaro, Cuesta las Viñas o el Zapato.

• En la parte de regadío tenía huertos con árboles frutales (perales, ciruelos y nogales) y linares; linares que producían un lino de gran calidad, utilizado como materia prima para las labores textiles y del papel.

• Contaba también con dos montes: el de Ibeas, de roble, de 120 fanegas; y el de Las Dehesillas, a medias con San Millán, de unas 50 fanegas de sembradura.

• Y con molinos, junto al cauce molinar, de gran tradición como vimos en los primeros documentos del siglo X. En 1752 había 4, tres harineros y uno de papel. De los harineros, uno era del concejo, otro de San Cristóbal llamado Molino Blanco, y otro más, conocido como Molino de Picos, propio de un tal Angel del Riego, vecino de aquí. El de hacer papel era también particular, de Alonso del Riego, y contaba con dos ruedas y 9 pilas.

• En cuanto a la ganadería, cada vecino tenía su propia yunta de bueyes, además de contar con algunas cabezas de vacas, ovejas y yeguas. Destacaba en este sentido la gran igualdad que había entre los vecinos.

• Otra de las actividades era la pesca. Se pescaba mucho en el río Arlanzón. Truchas, barbos, anguilas y cangrejos. Antiguamente se consumía pescado en abundancia, debido a los largos periodos de abstinencia de carne que imponía la Iglesia. Y el mar quedaba lejos. Se pescaba en zonas señaladas, llamadas pozos o tablas que, por lo general, pertenecían a los señores de la zona.

• Como actividades complementarias a la agricultura, ganadería y pesca, destacaron las actividades artesanales y comerciales. Esa fue durante siglos la marca de distinción de Ibeas de Juarros respecto de las otras villas vecinas, exclusivamente campesinas. Ese año de 1752 se citan entre los vecinos: un tabernero, un herrero, un arriero con caballerías para transportar carbón, dos tejedores de lienzo y lana, un sastre y cuatro criados de la fábrica de papel.

En fin, agricultura, ganadería, caza y pesca, artesanía y comercio. He aquí un amplio abanico de actividades que, sin duda, permitieron a los de Ibeas vivir en el pasado con dignidad, en libertad y solidaridad vecinal. Tanta como la que hoy les deseo a Uds., sus descendientes. Hoy, como ayer, la cercanía de la ciudad y del río, la huerta y los caminos que la atraviesan siguen constituyendo sus más preciadas señas de identidad. Que las conserven. Muchas gracias.

Luis Martínez García

Burgos, Abril 1994.

HE CONSERVADO EL TEXTO ORIGINAL DE LA CONFERENCIA, AUNQUE COMO PUEDEN COMPROBAR SE DIRIGE A UN PUBLICO COMPUESTO MAYORITARIAMENTE POR VECINOS DE IBEAS DE JUARROS

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